martes, 21 de febrero de 2012

APROXIMACIONES A LA NOCIÓN DE “BIOPOLÍTICA”


Los saberes y prácticas educativas se vuelven temas de interés filosófico si entendemos la escuela como una categoría compleja y tensionada, y no sólo como una simple institución, inevitable en la vida de los sujetos.
Desde una lectura filosófica, la escuela puede ser entendida como uno de los ámbitos donde los sujetos se conforman, donde configuran su modo de ver el mundo, de ver a los otros y también de relacionarse con su propia subjetividad; por esto también puede ser pensada en relación a los ejercicios de poder.
Para indagar supuestos filosóficos de este estilo, acudimos a las investigaciones del filósofo francés Michel Foucault. En ellas se entrecruzan cuestiones como el análisis de los discursos, el método genealógico, la cuestión del poder, la biopolítica y el tema del sujeto.
Antes de esbozar nociones de la filosofía foucaultiana, algunos datos biográficos y de su obra en general, quizás logren revelar las posibilidades que brinda el filósofo respecto a los problemas de la actualidad y en especial a nuestro problema de investigación.


 Acerca de Michel Foucault

En el sitio Web http://michel-foucault-archives.org/?1970, encontramos un calendario tomado de una cronología muy detallada de Dichos y Escritos, elaborada por Daniel Defert (1994); cuyo objetivo es recordar los momentos y lugares que marcaron la vida, el trabajo y la recepción de Michel Foucault.
Michel Foucault fue y será una de las figuras más importantes e influyentes del ambiente cultural francés de los años 60. Resulta curioso no poder encasillarlo más que del único modo que admitió ser llamado: arqueólogo. Según él, esta denominación daba cuenta de su interés por un análisis profundo de la cultura.
Nació en Poitiers, Francia, el 15 de octubre de 1926. Su padre era médico cirujano así como gran parte de sus antepasados de apellido Foucault, motivación que lo llevó a buscar ingresar en la Escuela Normal Superior en el año 1945, no consiguiéndolo.
Por ese motivo comenzó a estudiar en el Liceo, donde conoció al filósofo Jean Hyppolite, a partir de 1946 ingresó en la Escuela Normal Superior. Obtuvo su licenciatura en Filosofía en la Sorbona, teniendo, entre otros, a Merlau-Ponty como profesor. Durante ese período conoció a Pierre Bourdieu y Jean Paul Sartre.
En 1949, Foucault terminó la carrera de Psicología y recibió su diploma en estudios superiores de filosofía, presentando una tesis sobre Hegel, con la supervisión de Hyppolite.
En el año 1950 entró en el partido comunista, permaneciendo poco tiempo al producirse intromisiones del partido en su vida personal. Esta época fue muy conflictiva para Foucault. Durante el año 1951 fue profesor de Psicología en la Escuela Normal Superior, siendo uno de sus alumnos Derrida. En ese mismo año ingresó al Hospital Psiquiátrico de Saint Anne donde trabajó. Además se dedicó al estudio de distintas manifestaciones artísticas entre ellas el surrealismo, estudio que continuará durante 1952 y 1953.
Aproximadamente en esa época participó de un Seminario de Jacques Lacan. Personajes como Maurice Blanchot y George Bataille lo aproximaron a Nietzsche.
Mientras enseñaba en la Universidad de Upsala en Suecia, Foucault escribió Historia de la locura en la época clásica (1961). Posteriormente publicó El Nacimiento de la clínica (1963). En 1966 Las palabras y las cosas y en 1969 La Arqueología del saber.
Recibió su diploma en Psicología Experimental y se dedicó al estudio de Freud, Lacan, Piaget, etc.
Foucault nunca dejó de verse como el intelectual sumergido en los avatares de su época, prueba de ello es cuando en 1968, el movimiento estudiantil de Túnez, marxista y anti-imperialista, fue severamente reprimido por la policía de Bourguiba y Foucault, trató de ayudar a los detenidos y encarcelados. Si bien no estuvo presente en los sucesos del mayo francés, quedó fuertemente comprometido, al participar de Helene Cixous, la fundación de la nueva Universidad experimental en Vincennes, París al hacerse cargo de la gestión del departamento de filosofía. En esa ocasión Foucault dio la bienvenida a las personalidades filosóficas y se acopló a las ideas de los activistas que habían surgido de los acontecimientos del 68.
En 1970, movilizado por el compromiso con la sociedad, organizó la primera reunión de una comisión de investigación sobre las cárceles francesas, reunión que se convirtió en el Grupo de Información sobre las Prisiones (GIP).
En el año 1971 al asumir la cátedra que pertenecía a Jean Hyppolite: Historia de los sistemas de pensamiento inauguró su clase con El orden del discurso.
En 1975 publicó Vigilar y castigar.
Foucault no consiguió acabar uno de sus más ambiciosos proyectos, la Historia de la sexualidad, en el año 1976 publicó el primero de los seis volúmenes proyectados: La voluntad de saber, escrito que fue muy criticado.
Durante 1984 poco tiempo antes de morir, publicó dos volúmenes más después de ocho años de silencio, El uso de los placeres  y El cuidado de sí. Murió el día 25 Junio de 1984, por complicaciones provocadas por el SIDA.

Categorías foucaultianas que posibilitan una aproximación a la noción de “Biopolítica”

El concepto de “Biopolítica”, considerado para nuestra investigación, aparece en los últimos textos, en los que el filósofo reflexiona sobre política. Para comprender una noción tan densa como esta se pueden recorrer algunas categorías que faciliten su comprensión.

  • El discurso:

Foucault se interroga en el Orden del discurso: “Pero, ¿qué hay de peligroso en el hecho de que las gentes hablen y de que sus discursos proliferen indefinidamente?, ¿En dónde está por tanto el peligro?”[1]
Foucault parte de la suposición de que en todas las sociedades la producción del discurso no es una cuestión de automatismo. La producción, deliberadamente, estaría controlada, seleccionada y redistribuida por cierto tipo de procedimientos cuya función es dominar y optimizar cualquier tipo de acontecimientos aleatorios.
“El discurso, por más que en apariencia sea poca cosa, las prohibiciones que recaen sobre él, revelan muy pronto, rápidamente, su vinculación con el deseo y con el poder. Y esto no tiene nada de extraño: ya que el discurso –el psicoanálisis nos lo ha mostrado- no es simplemente lo que manifiesta (o encubre) el deseo; es también lo que es el objeto del deseo (…)  El discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse.”[2]

Entonces, ¿es posible un análisis del discurso? Sí, porque este puede ser definido como una práctica regulada conformada por cierto número de enunciados que responden a reglas implícitas de exclusión y de inclusión. En esta práctica reside el conjunto de todas las actuaciones verbales y de secuencias de signos en tanto enunciados capaces de adoptar una modalidad propia de existencia que dependen de un mismo sistema o régimen de formación.
Según Foucault esto es lo que hace posible hablar de un discurso médico, un discurso psiquiátrico, un discurso económico, etc. En nuestro caso sería lo que torna posible hablar de un discurso escolar.
Foucault intenta visualizar el campo de las epistemes que generan determinados tipos de discursos en diferentes épocas. Según el autor se da una instauración de ciertos saberes que se normalizan, que son políticamente acordados, filtrados y luego divulgados. En este proceso se da una lucha, una pugna en la que el saber vencedor emerge y se instaura. Las epistemes están en íntima relación con el saber (que es el encargado de dictar los límites que separan lo normal de lo anormal, lo sano de lo enfermo, la cordura de la locura)  y se traducen en discursos que requieren de la normalización. La normalización es una forma de homogeneización, según la cual todos los individuos deben permanecer dentro de un determinado patrón.
Subyace aquí una interesante idea de la subjetividad, ya que el individuo sería la resultante de la normalización que se ejerce desde el poder y el conocimiento acordado. El saber políticamente acordado, es decir el binomio saber-poder, realiza una clara selección de los discursos. De ahí que los discursos sean densos núcleos de sentido.
Al volver al lugar de emergencia de los discursos se logra indagar los supuestos antropológicos, políticos, epistemológicos que están dando lugar para que se inscriba cierto tipo de discurso y además que lo haga de tal modo que se perciba como correcto.

  • La Arqueología y la Genealogía:

Para Foucault no es posible que la realidad esté sostenida por el principio de identidad, que detrás de aquello que se presenta en continuo cambio, se pueda, por medio de una operación intelectual, hallar una esencia que permanezca idéntica consigo misma en medio del devenir. No hay secretos escondidos al que sólo algunos iluminados puedan acceder. Ni fin último, ni destino supremo que insoslayablemente se deban cumplir. Lo que hay es intersección de acontecimientos, de intereses, de poderes, de historias y eso es el presente. Trabajar con esta noción de ontología es hacer lo que desde Nietzsche se denomina “Genealogía”. Es desandar un camino para tomar conciencia de cómo hemos llegado a donde nos encontramos, y a la vez implica pensar la posibilidad de que, de haber seguido otros senderos hubiésemos podido ahora estar en otro lugar de nuestra historia, de nuestros pensamientos, de nuestros valores y costumbres. Respecto de la genealogía Foucault expresa:
Si interpretar fuese aclarar lentamente una significación oculta en el origen, sólo la metafísica podría interpretar el devenir de la humanidad. Pero si interpretar es apoderarse por violencia o subrepticiamente de un sistema de reglas que no tiene en sí mismo significación esencial, e imponerle una dirección, plegarlo a una nueva voluntad, hacerlo entrar en otro juego, y someterlo a reglas segundas, entonces el devenir de la humanidad es una serie de interpretaciones. Y la genealogía debe ser su historia: historia de las morales, de los ideales, de los conceptos metafísicos, historia del concepto de libertad o de la vida ascética como emergencia de diferentes interpretaciones.[3]

La genealogía, en tanto toma la verdad como configuración construida epocalmente, también afronta el trabajo de mostrar que una nueva voluntad produce nuevas verdades. Según Foucault: “Se trata de un ejercicio filosófico: en él se ventila saber en qué medida el trabajo de pensar su propia historia puede liberar al pensamiento de lo que piensa en silencio y permitirle pensar de otro modo.”[4]
Esta metodología crítica se vuelve interesante para nuestra investigación, en tanto se extiende a todos aquellos conceptos que intenten justificar los comportamientos normativos. Así como en sus investigaciones genealógicas, Foucault explica cómo el género heterosexual es un fenómeno moderno, aplicando la genealogía a los discursos y prácticas escolares interpretamos que “la educación” y su institución no puede comprenderse más que como un proyecto epocal. Proyecto que a pesar de aparentar cierto automatismo y anonimato en cuanto a sus reglas, deliberadamente estuvo y está en miras de la formación o moldeamiento de cierto tipo de sujetos.
En un análisis genealógico de la institución educativa y sus prácticas, el propósito no es dar con “lo que ocurrió u ocurre verdaderamente”, es postular una interpretación de la institución educativa, una interpretación entre muchas. Es lo que Foucault se proponía al no dejarse encasillar más que como “arqueólogo”. Para él, el intelectual no podía limitar su tarea a sumergirse en lo que fue el presente, a buscar sólo en lo ya dado.
Nuestra época puede ser pensada a partir de las posibilidades de la arqueología y la genealogía. El trabajo de la primera es “excavar, desgajar, penetrar” los discursos no sólo de los campos epistémicos, sino también de las prácticas, las instituciones, es decir las discursividades locales, para descubrir las reglas subyacentes que caracterizan su existencia, su historia y funcionamiento. Luego la genealogía viene a ser la táctica que pone en juego esos saberes liberados.
Reflexiones de este tipo son adecuadas, simplemente, para complejizar la mirada sobre la escuela y sus dispositivos, desde un análisis local, desde sus prácticas, saberes y actores.

  • Las relaciones de poder:

Foucault tematiza la cuestión del poder en varios de sus trabajos, en algunos como las conferencias dictadas en la Universidad de Río de Janeiro en mayo de 1973, lo hace de un modo más claro.
En la IV y V conferencia de La verdad y las formas jurídicas, piensa en lo que él denomina una trama de poder microscópico, capilar, que no es el poder político, ni los aparatos de Estado ni el de una clase privilegiada, sino el conjunto de pequeños poderes e instituciones situadas en un nivel más bajo. En esta obra Foucault hace genealogía de dos conceptos que contribuyen a una sospecha de la sociedad contemporánea, en la que se enmarca la institución educativa, las categorías de “sociedad disciplinaria” y de “ortopedia social”.
¿Qué significa que una sociedad sea disciplinaria? ¿Está obligada a hacerlo? ¿Qué tipos de sujetos conforman y son conformados por semejante sociedad? ¿Qué relaciones de poder y de saber se dan en una sociedad disciplinaria? Aplicando su método genealógico, Foucault nos explica cómo la sociedad disciplinaria nació con la reforma y reorganización del sistema judicial y penal en Europa y el mundo en el siglo XVIII y principios del siglo XIX.
La genealogía de la noción “crimen”, pone de manifiesto el modo en que ciertos discursos a nivel teórico dieron lugar a prácticas diferentes. En esa reelaboración teórica de la ley penal, entiende Foucault, que el crimen comenzó a ser identificado como una infracción dañina a la sociedad.
El crimen, que nada tenía que ver con la falta moral o religiosa, como infracción a la ley natural se volvió acto de un enemigo de la sociedad, el criminal.
Según las investigaciones de Foucault, el hecho de comenzar a concebir de este modo el crimen, requirió una ley penal dedicada con exclusividad a reparar los daños de los criminales. En este momento es cuando los legisladores  y redactores del código penal francés elucubraron una serie de castigos para reparar los daños al cuerpo social: deportación, trabajo forzado, escándalo público, pena del Talión, etc.
Foucault observa que estas penalidades fueron ideadas a nivel teórico, pero que en la práctica las cosas resistieron de otro modo. Al parecer las sociedades industriales en formación encontraron otros modos de penalizar sus crímenes.
Dice Foucault:
Estos proyectos muy precisos de penalidad fueron sustituidos por una pena muy curiosa que apenas había sido mencionada por Beccaria y que Brissot trataba de manera muy marginal: nos referimos al encarcelamiento, la prisión. La prisión no pertenece al proyecto teórico de la reforma de la penalidad del siglo XVIII, surge a comienzos del siglo XIX, como una institución de hecho, casi sin justificación teórica.[5]

En el siglo XIX, la legislación penal sitúa su mirada en otras coordenadas, ya no está pendiente de las infracciones hacia el cuerpo social, sino del individuo.
Foucault nos muestra cómo en Francia y otros países europeos entre los años 1825 y 1860 la rigurosidad de la ley es aplicada en función del individuo sometido a juicio. No interesa tanto definir de modo abstracto lo nocivo para la sociedad, como controlar el comportamiento de los individuos: “Toda la penalidad del siglo XIX, pasa a ser un control, no tanto sobre si lo que hacen los individuos está de acuerdo o no con la ley, sino más bien al nivel de lo que pueden hacer, son capaces de hacer, están dispuestos a hacer o están a punto de hacer”[6]
La noción que mueve el pensar de la criminología y la penalidad de fines del siglo XIX, es la  de “peligrosidad”: se deja de lado el interés por los actos del individuo, por castigar las infracciones efectivas a una ley, lo importante ahora es el nivel de las virtualidades.
Los comportamientos necesitan ser controlados antes que lleguen a efectuarse. Este control sobre los individuos, en el nivel de sus pontencialidades y no de sus actos, ya no podrá estar confiscado sólo al poder judicial.
En este momento, para Foucault, se pone en marcha una serie de poderes laterales que conformaran una gran maquinaria: la policía para la vigilancia, las instituciones psicológicas, psiquiátricas, médicas y pedagógicas para la corrección. Esta red de instituciones abocadas a controlar el potencial nivel de peligrosidad de los individuos, es variada y encuadra a los sujetos a lo largo de su existencia: la escuela, el hospital. Foucault entiende que entramos así a una era de “Ortopedia social”
Según Foucault, el primero en describir y programar las formas de poder de esta sociedad de control, fue Jeremías Bentham; con su modelo panóptico de vigilancia:

El Panóptico era un sitio en forma de anillo en medio del cual había un patio con una torre en el centro. El anillo estaba dividido en pequeñas celdas que daban al interior y al exterior y en cada una de esas pequeñas celdas había, según los objetivos de la institución,  un  niño  aprendiendo  a  escribir,  un  obrero  trabajando,  un prisionero expiando sus culpas, un loco actualizando su locura, etc. En la torre central había un vigilante y como cada celda daba al mismo tiempo al exterior y al interior, la mirada del vigilante podía atravesar toda la celda; en ella no había ningún punto de sombra y, por consiguiente, todo lo que el individuo hacía estaba expuesto a la mirada de un vigilante (…)[7]

Con el surgimiento de una sociedad de control también surgen relaciones entre las formas de poder y las formas de saber. De acuerdo a estas relaciones, el panoptismo en tanto forma de poder, se articula con un modo de saber diferente al que se daba en otras épocas. En una sociedad en la que reina el panoptismo los individuos son constantemente vigilados, examinados, por alguien que ejerce sobre ellos un poder (maestro, jefe, médico, penitenciario, etc.). Quien ejerce ese poder, tiene la posibilidad no sólo de vigilar sino también de constituir un saber sobre aquellos a quienes vigila.
La forma de saber del panóptico es un saber de vigilancia, de examen, un saber que no se interesa por constatar lo ocurrido, lo efectuado realmente, sino en vigilar si la conducta de los individuos se aleja o no de lo que “se debe”, de lo “normal”, lo “correcto” (si el individuo aprende, cumple, progresa, acata, etc.).
Para Foucault esta relación entre saber-poder también puede visualizarse en el nacimiento de ciertas ciencias, llamadas humanas: Psiquiatría, Psicología, Sociología, etc.
Foucault sigue perfilando cada vez con más detalle, los mecanismos del poder y en La microfísica del poder indica que el poder no es un fenómeno de dominación masiva y homogénea de un individuo sobre los otros, de un grupo sobre otros, de una clase sobre otras. El poder contemplado desde cerca no es algo dividido entre quienes lo poseen y los que no lo tienen y lo soportan. Por esto, el poder tiene que ser analizado como algo que no funciona sino en cadena. No está nunca localizado aquí o allá, no está nunca en manos de algunos. El poder funciona, se ejercita a través de una organización reticular. En sus redes circulan los individuos quienes están siempre en situaciones de sufrir o ejercitar ese poder y que son siempre los elementos de conexión. El poder transita transversalmente y no se queda por mucho tiempo en los mismos individuos.
Foucault también tematiza los primeros ejercicios del poder en la obra Vigilar y castigar de 1975. De igual modo que en otras investigaciones, en este trabajo busca entender cómo ocurrió el cambio en el modo de castigar a los convictos en un período de tiempo tan corto, es decir, intenta genealógicamente delimitar el campo que muestre cómo se reconfiguró el poder.
Analiza dos formas de castigo según él "tecnologías de castigo". La primera, la tecnología de castigo monárquica, consiste en la represión de la población mediante ejecuciones públicas y torturas. La segunda, el castigo disciplinario, propio de las sociedades disciplinarias.
En este trabajo retoma lo ya investigado en La verdad y las formas jurídicas y compara la sociedad moderna con el diseño de prisiones llamado Panóptico de Jeremy Bentham. El oscuro calabozo de la pre-modernidad es reemplazado por la moderna prisión brillante. Es a través de esta óptica de vigilancia, dice Foucault, que la sociedad moderna ejercita sus sistemas de control de poder y conocimiento. Foucault sugiere que por todos los niveles de la sociedad moderna existe un tipo de prisión continua. Todo estaría conectado mediante la vigilancia (deliberada o no) de unos seres humanos por otros, en busca de la normalización.
Entiende el ejercicio del poder sobre el cuerpo de cada sujeto (técnicas de vigilancia, sanciones normalizadoras, organización panóptica de las instituciones punitivas) como la “anatomopolítica”. La anatomopolítica será la que estudie las técnicas y mecanismos que se ejerzan sobre los cuerpos de los individuos, al respecto de este estudio explica: “Se trataría en él del “cuerpo político” como conjunto de los elementos materiales y de las técnicas que sirven de armas, de relevos, de vías de comunicación y de puntos de apoyo a las relaciones de poder y de saber que cercan los cuerpos humanos y los dominan haciendo de ellos objetos de saber.”[8]
La anatomopolítica en tanto ejercicio del poder se inscribe en una temporalidad histórica y en esta obra Foucault piensa en la Revolución Industrial; de ahí que considere que el fin de las técnicas disciplinarias sea alcanzar el control de los individuos y lograr el mayor rendimiento posible de estos cuerpos dominados.
También encontramos una tematización de los ejercicios del poder en el primer volumen de la Historia de la Sexualidad, denominado: Voluntad de saber, del año 1976.
Foucault, en el apartado “Derecho de muerte y poder sobre la vida”, introduce la temática cuando expresa: “habría que hablar de “biopolítica” para designar lo que hace entrar a la vida y sus mecanismos en el dominio de los cálculos explícitos y convierte al saber-poder en un agente de transformación de la vida humana.”[9]
En otra de sus investigaciones, la del curso en el Collège de France (1975-1976): Defender la sociedad, Foucault busca determinar cuáles son en sus mecanismos, efectos, relaciones, esos diferentes dispositivos de poder que se ejercen, en niveles diferentes de la sociedad. Se pregunta por el “cómo” del poder, por los mecanismos de éste entre los extremos “derecho” - “verdad”. Según estos análisis, por un lado estarían las reglas del derecho que delimitan formalmente el poder, por otro, los efectos de verdad que el poder produciría; luego, mientras la cuestión tradicional de la filosofía política ha sido: ¿Cómo el discurso de la verdad fija los límites de derecho del poder?, Foucault invierte el interrogante: ¿Cuáles son las reglas de derecho, que las relaciones de poder ponen en acción para producir discursos de verdad? En esta última formulación el pivote no es la verdad ni el derecho sino el poder. Los vértices del triángulo poder-derecho-verdad, foucaultianamente, dependen del siguiente modo: El poder necesita y por ello nos somete a la producción de verdad para funcionar, ésta, a su vez, vehiculiza los efectos del poder; sólo podemos ejercer el poder por la producción de verdad. Y ¿qué ocurre con el derecho? Éste no es más que el poder real, por ello no puede ser visto por el lado de una legitimidad a establecer, sino por el lado de los mecanismos de sometimiento que pone en acción.
Para esta inversión Foucault toma precauciones de método interesantes para nuestra investigación. En una de ellas dice: “Captar el poder por el lado del extremo cada vez menos jurídico de su ejercicio (...)”.[10] Esto se comprende como una búsqueda del poder por el lado de los efectos, en las prácticas en las que se implanta, las últimas terminales constituidas por sus consecuencias. Visto el poder de este modo, se hace necesario un “análisis ascendente” del mismo, que parta de los mecanismos infinitesimales para ver cómo estos mecanismos son reciclados por otros mecanismos más globales.
En las siguientes clases de este curso, Foucault rastrea los modos en que el poder es capaz de ejercitarse. Entiende que uno de los fenómenos fundamentales del siglo XIX es la consideración de la vida por parte del poder, “el derecho de soberanía es, entonces, el hacer morir o dejar vivir. Y luego se instala el nuevo derecho: el de hacer vivir y dejar morir.”[11]
Foucault explica el cambio que se produce en el ejercicio del poder a mediados del siglo XVIII, por el que el control del cuerpo individual pasa al control de la vida en general, podría decirse al hombre/especie.
El biopoder, en tanto ejercicio del poder sobre el cuerpo de la especie, requiere dirigir la mirada hacia las características comunes que poseen todos los sujetos por el sólo hecho de pertenecer al mismo grupo genético, entre ellas cita el nacimiento, la muerte, la producción, las enfermedades, etc.
El poder también es productivo, produce efectos positivos, tanto al nivel del deseo como al nivel del saber. Dice Foucault:
“Luego de la anatomopolítica del cuerpo humano, introducida durante el siglo XVIII, vemos aparecer, a finales de éste, lo que ya no es esa anatomopolítica, sino que yo lo llamaría una biopolítica de la especie humana.”[12]
La biopolítica como ejercicio de poder sobre la vida para la producción de saber, tiene como blanco, en un primer momento, la proporción de los nacimientos y las defunciones, la tasa de reproducción, la fecundidad de una población, también se ocupa de las endemias, es decir la forma, naturaleza, extensión de las enfermedades en una población. Otro campo de intervención es el de las incapacidades biológicas de los individuos, la marginación, las anomalías, los efectos del medio, etc.
Foucault perfilando cada vez más esta nueva tecnología del poder dice: “(…) no tiene que vérselas exactamente con la sociedad, tampoco con el individuo/cuerpo. Se trata de un nuevo cuerpo: cuerpo múltiple, cuerpo de muchas cabezas, si no infinito, al menos necesariamente innumerable. Es la idea de población.”[13]
La biopolítica abordará los fenómenos que se producen en una población tomada en su duración, mediante mecanismos globales de tal modo que obtengan estados globales de equilibrio y regularidad.
Según lo rastreado en estas obras, Foucault tematiza el poder bajo la idea de ejercicio. Tanto la anatomopolítica como la biopolítica, se inscriben y suceden en una determinada temporalidad histórica y son un ejercicio del poder sobre el cuerpo y la vida, respectivamente.
Para este pensador, el poder en tanto no es estático, debe ser analizado como algo que circula, transita, se sufre y se ejerce. Semejante idea del poder, repercute también en lo que Foucault piensa del sujeto: el sujeto, lejos de todo esencialismo, no es más que el efecto del poder, aunque también su relevo, ya que el poder transita por el individuo que ha constituido.
La idea de que los sujetos puedan ser conformados, es decir, atravesados y constituidos por múltiples intenciones, propias de cada época, nos sugiere que estos ámbitos donde los sujetos se sujetan o resisten, están en relación con los ejercicios de poder.
La biopolítica es un ejercicio de poder que hace entrar a la vida en el dominio de los cálculos explícitos, transformándola. Es un mecanismo global en busca de equilibrio y  estabilidad y ya no de disciplinamiento.
La biopolítica es un sofisticado ejercicio de poder que consiste en la maximización de los elementos positivos y la minimización de los aspectos riesgosos, por ello su ámbito es el de la probabilidad y la estadística.
Aproximándonos a esta noción, indagaremos a lo largo de la investigación, la dimensión biopolítica del ámbito educativo.


                                                                                      Andrea E. Suarez




[1] Foucault, Michel. El orden del discurso. España, Tusquets Editores, 1987. Pág 11
[2] Ibídem. Pág. 12
[3] Foucault, Michel. Nietzsche, la genealogía, la historia. En Microfísica del Poder. Bs As, Planeta-Agostini, 1994. Pág. 18
[4] Foucault, Michel. El uso de los placeres  En Historia de la sexualidad, Vol. 1. Madrid, Ediciones siglo XXI, 1984. Pág. 12
[5] Foucault, Michel. La verdad y las formas jurídicas. IV Conferencia. Barcelona, Gedisa, 2003. Pág. 41
[6] Ibídem. Pág. 42.
[7] Ibídem. Pág. 42-43
[8] Foucault, Michel. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Argentina, Siglo XXI editores, 2003. Pág. 35.
[9] Foucault, Michel. Historia de la sexualidad: La Voluntad de saber. Argentina, Siglo XXI editores, 2003. Pág. 173.
[10] Foucault, Michel. Defender la sociedad. Bs As, Fondo de Cultura Económica de Argentina, 2000. Pág. 36
[11] Ibídem. Pág. 218
[12] Ibídem. Pág. 220.
[13] Ibídem. Pág. 222.

domingo, 12 de febrero de 2012

Entrevista a Dario Sztajnszrajber

Comparto este video, en el se habla de como internet y las redes sociales han cambiado la forma de conformar los sujetos.